Ella andaba jugando en el jardín, como siempre. No quería echarse la siesta
porque era mucho más emocionante hacer pegamento con “Fairy” y agua, coger
lombrices o hacer una carrera de caracoles, además, de jugar a ser dependienta.
Sus hermanas eran mayores, y andaban con cosas de estudiar, mucho más difíciles
que sus deberes. Después de jugar un rato, parecía que le iban entrando ganas de hacer pipí. Así que, entra a la cocina y va al baño, pero estaba ocupado. Su padre
también estaba haciendo pis pero se había dejado la puerta abierta… se quedó
esperando a que saliera él pero por más que le miraba, algo no le encajaba…”Qué
raro… ¿cómo puede hacerlo así?” pensaba.
En el cole había visto algún niño haciendo pipí así, pero creía que
estaban jugando… Cuando salió su padre, entró y decidió intentar hacer pis
igual que su padre. Parecía muy complicado y la postura no era muy cómoda.
“¡Con lo fácil que es hacerlo sentada!” Siguió intentándolo varios días: abriendo bien las piernas y poniéndose encima del váter, para conseguir que el pis cayera recto, haciéndolo de espaldas...buscando mil posturas, hasta
que se dio cuenta de que los niños tienen una “cosita” que les permite hacer pis
de pie. Así es como, con 5-6 años, descubrió que los niños y las niñas tienen partes
diferentes: unos tienen pene y las otras tienen vulva. Años después, oyó en una
noticia que habían inventado un tubito para que las mujeres pudieran hacer pis
de pie, parece que no fue la única en plantearse todo ¿no?
Bella inocencia la de l@s niñ@s... Llegan al mundo sin saber nada de lo que
se van a encontrar y cualquier cosa, por muy pequeña que sea, les resulta
fascinante. A nuestra protagonista como a much@s otr@s, nadie les explicó que
niños y niñas tienen partes de su cuerpo distintas, ni mejores ni peores,
simplemente diferentes. A veces nos echamos a temblar cuando pensamos en hablar de sexualidad con los más peques, pero no entendemos que la sexualidad empieza con conocer el cuerpo, saber cómo es, conocer mis emociones y las del otr@, además de saber respetarlas, crear buenas relaciones de amistad... Es más sencillo, y el bien que les haría
aprender desde chiquitit@s a respetar a los demás y a su cuerpo, y aprender a
querer(se) lo que tienen. La educación afectivo-sexual no puede empezar en el
instituto, con chavales/as de 15-16 años porque, sencillamente, a esas edades,
llegamos tarde ¿no creéis? :)
Nieves L.P, Psicóloga y Sexóloga
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